Sé de un hombre que
se estremece, en la nostalgia de unos hermosos ojos de miel. Que al voltear
hacia el cielo en la noche oscura, no encuentra la constelación de los dos
luceros magnéticos y brillantes. Esos que hacían que las cosas sucedieran, con
el solo hecho de recibir un cristalizado haz de su divina aura.
Sé del mismo
hombre, que se perdió caminando bajo la triste lluvia de un noviembre que
amaneció melancólico, con el cielo eternizado de grises. Lastimado por
precámbricos recuerdos de mil años de soledad, desentrañados de la hebra
enmarañada que volvió de su exilio, en lágrimas de hiel.
Sé que allá en la
lejanía de los horizontes invisibles, vaga errante en los contornos, por el
último lugar del mundo, una esencia de ternuras, alquimias y polvos de hadas,
que atraen la mirada con una despiadada fuerza, arrastrándola por valles,
relieves y collados, extraviándola en el hechizo de la silente añoranza.
Sé del terrible
pandemónium que aprisiona la voluntad; del mar de desesperación que la pone a
naufragar; de los terribles momentos cargados de lapsos sin fe; de una
necesidad que no encuentra su claroscuro, en el puerto de la esperanza; de esa
insuficiencia que sigue creciendo en el abismo sin fin.
Sé que en cada alba
y ocaso, atacan las estampidas de la indiferente ausencia. En una almohada sin
contenido, veo las estelas de los inhóspitos desiertos; los páramos asesinos, en
una habitación vacía; los colores del sol, que sólo manchan de luto el día, y
una fotografía, humedeciendo las ventanas de mi alma.
Sé de un hombre, que se hunde en las dunas del
abandono, cada vez que ve ocultarse la luz de su bella Venus. Así de rápido se
ve cayendo, en el precipicio sin fondo, y en un ínfimo instante, ya se
encuentra extrañando las pupilas aceitunadas, de pronto, todo pierde su
sentido, …el mundo, ha dejado de girar.
e.g.
(Elucidario personal)
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